Edward había sido sepulturero en el oscuro cementerio de Oakwood durante casi toda su vida. Acostumbrado a la soledad y al silencio de la noche, nunca había sentido miedo en su lugar de trabajo, hasta esa noche.
La luna llena colgaba en el cielo como un ojo vigilante mientras Edward cavaba una tumba en el rincón más remoto del cementerio. Las hojas secas crujían bajo sus botas, y el viento susurraba secretos incomprensibles. Todo estaba en calma, hasta que escuchó un llanto.
Era un llanto suave, casi imperceptible. Eduardo miró a su alrededor, pero no vio nada. Continuó cavando, pensando que su mente le estaba jugando una mala pasada. Sin embargo, el llanto persistía, cada vez más claro y angustioso.
Decidió seguir el sonido, dejando su pala y lámpara en el pozo medio excavado. Caminó entre las tumbas, siguiendo el llanto que parecía emanar de una dirección en particular. Finalmente, llegó a un mausoleo antiguo, su puerta entreabierta.
Edward empujó la puerta con cuidado y entró. El interior estaba oscuro, pero su linterna reveló una escena que heló su sangre. En medio de la habitación yacía una pequeña niña, vestida con un vestido blanco desgarrado y cabello enmarañado. Lágrimas corrían por sus mejillas pálidas y ojos vacíos miraban fijamente hacia el techo.
"¿Estás bien?", preguntó Edward con voz temblorosa. La niña no respondió. Edward se acercó y notó que sus manos estaban heladas como la muerte. Al intentar tocarla, su mano pasó directamente a través de su cuerpo, como si fuera sólo una ilusión.
El llanto de la niña se hizo aún más fuerte, llenando el mausoleo con un lamento desgarrador. Edward retrocedió, sintiendo un miedo indescriptible. Trató de salir del mausoleo, pero la puerta se cerró de golpe, atrapándolo dentro.
La niña comenzó a moverse, flotando en el aire. Emitió un grito agudo y un viento gélido llenó la habitación. Edward cayó al suelo, sintiendo que algo malévolo lo rodeaba. La niña se acercó a él, sus ojos vacíos se encontraron con los suyos.
En un susurro escalofriante, la niña dijo: "¿Me ayudarás a encontrar a mi mamá? Estoy perdida". Su voz era apenas un eco de lamento y desesperación.
Edward balbuceó, incapaz de responder. La niña se inclinó hacia él y el frío de la tumba lo envolvió. Sintió como si su alma estuviera siendo arrastrada hacia la oscuridad infinita de los ojos de la niña...
Nunca se supo más de Edward en el cementerio de Oakwood. Lo buscaoron por meses, la familia nunca supo que pasó con él. Simplemente, desapareció dejando la lampara encendida y la tumba a medio cavar.
Algunos dicen que escuchan el llanto de una niña por las noches, un lamento eterno en busca de su madre. Desde entonces, nadie se atreve a acercarse al mausoleo en la esquina más remota del cementerio, donde las almas perdidas vagan en busca de compañía en la noche de las almas perdidas.
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