En el remoto pueblo de Skumrings, el tiempo parecía haberse detenido en un perpetuo crepúsculo. Situado en el norte de Noruega, a orillas del mar gélido, el pueblo se hallaba envuelto en una neblina eterna, como si las sombras mismas se hubieran apoderado del lugar. Las casas de madera, cubiertas de nieve y hielo, se alineaban en silenciosa resignación, como guardianes solitarios de un secreto antiguo. El viento gélido soplaba a través de las calles vacías, susurrando cuentos olvidados y arrastrando consigo susurros de misterio. Cada paso resonaba con eco en las calles desiertas, y el sonido parecía desvanecerse en la distancia, absorbido por la quietud sepulcral que envolvía el pueblo. Era como si Skumrings fuera un lugar olvidado por el tiempo, donde el pasado y el presente se entrelazaban en una danza sombría y enigmática.
Y aquí, donde la oscuridad y el frío reinaban supremos, había
un hombre cuyo nombre resonaba entre los lugareños con cierta reverencia: Erik
Nordvik, el investigador de OVNIs. Con su mirada penetrante y su porte austero,
Erik se adentraba en los más profundos misterios de los cielos nocturnos,
persiguiendo las luces danzantes que iluminaban los fiordos con su resplandor
misterioso.
Erik había dedicado años de su vida a estudiar los
avistamientos inexplicables que azotaban la región, convirtiéndose en una
figura solitaria y enigmática en el pueblo. Su labor lo había llevado a
explorar cada rincón de Skumrings, desde los acantilados escarpados hasta los
bosques sombríos, en busca de respuestas a los enigmas que acechaban en las
sombras de la noche.
A menudo, se lo veía vagando por los senderos nevados con su
libreta de notas en mano y su linterna titilante, persiguiendo destellos
fugaces en el firmamento y escudriñando el horizonte en busca de señales de
vida extraterrestre. Su determinación era inquebrantable, y su obsesión por
descubrir la verdad lo impulsaba a adentrarse cada vez más en los dominios de
lo desconocido, sin importar las advertencias de aquellos que lo consideraban
un loco visionario.
Para Erik Nordvik, el misterio de las luces en los fiordos
no era simplemente un enigma por resolver, sino una obsesión que lo consumía
día y noche, llevándolo al borde mismo de la cordura en su búsqueda implacable
de la verdad oculta en las profundidades del cosmos.
La compañera de Erik, una mujer de mirada serena y voz
suave, se llamaba Ingrid. Con su cabello rubio como los rayos del sol sobre la
nieve y sus ojos azules llenos de sabiduría, Ingrid era el ancla de cordura en
la vida de Erik, una voz de razón en medio de la tormenta de sus obsesiones.
A pesar de su escepticismo hacia las teorías más
extravagantes de su esposo, Ingrid lo apoyaba incondicionalmente en sus
investigaciones sobre los OVNIs y las extrañas luces que perturbaban la
tranquilidad de Skumrings. Con paciencia y comprensión, ella escuchaba sus
relatos de avistamientos y encuentros, ofreciendo un hombro en el que descansar
cuando las sombras del misterio se cerraban sobre él con fuerza abrumadora.
Ingrid, con su mente lógica y su enfoque pragmático,
intentaba infundir un sentido de calma y perspectiva en los momentos en que la
obsesión de Erik amenazaba con consumirlo por completo. Siempre dispuesta a
cuestionar las conclusiones más extravagantes de su esposo y a buscar
explicaciones racionales para los fenómenos inexplicables, ella representaba un
contrapunto tranquilo y equilibrado en su matrimonio.
A pesar de sus diferencias de opinión y enfoque, Ingrid y
Erik formaban un equipo formidable, complementándose mutuamente en su búsqueda
de la verdad en un mundo lleno de misterios y maravillas desconocidas. Juntos,
enfrentaban los desafíos que les deparaba el destino, atrapados en un
torbellino de intriga y peligro que los llevaría más allá de los límites de lo
conocido hacia los abismos del universo.
Erik, con sus ojos agudos y entrenados en los misterios del
cosmos, contemplaba el firmamento con una sensación de inquietud que le erizaba
la piel. Aquella noche, algo había cambiado en el cielo sobre Skumrings, algo
sutil pero inconfundible que lo dejaba sin aliento. Al menos, esa noche lo había
descubierto...
Las estrellas brillaban con una intensidad inusual, pero sus
destellos parecían apagados, como si estuvieran detrás de un velo invisible que
distorsionaba su luz. Una extraña opresión pesaba en el aire, como si el cielo
mismo estuviera aprisionando la ciudad en una jaula invisible, ocultando
secretos insondables tras su manto estrellado.
Erik se sentía como un intruso en su propio mundo,
observando el firmamento con una mezcla de fascinación y temor. ¿Qué fuerza
desconocida había descendido sobre Skumrings, ocultando la verdadera naturaleza
del cosmos bajo un disfraz engañoso? Las preguntas bullían en su mente,
alimentando su obsesión con los misterios que acechaban en las sombras de la
noche.
Ingrid, a su lado, notó la tensión en la postura de su
esposo y siguió su mirada hacia el cielo. Sus ojos se abrieron con asombro al
ver la extraña distorsión que parecía envolver las estrellas, y un escalofrío
recorrió su espalda al darse cuenta de que algo estaba terriblemente mal en
Skumrings.
Juntos, Erik e Ingrid se enfrentaron al enigma que se cernía
sobre su pequeña ciudad, conscientes de que estaban a punto de adentrarse en un
territorio de sombras y secretos que desafiarían todo lo que creían saber sobre
el universo y su lugar en él.
Se adentraron en el bosque que se extendía más allá de los
límites de Skumrings, buscando una elevación desde la cual pudieran obtener una
vista más clara del cielo perturbado. La nieve crujía bajo sus botas mientras
avanzaban entre los árboles desnudos, y el aire helado les mordía la piel, pero
su determinación los mantenía en movimiento.
Al llegar a una colina cubierta de nieve, Erik desplegó el
viejo telescopio que habían traído consigo, ajustando cuidadosamente los
engranajes y las lentes para captar los misterios que se escondían en lo alto.
Ingrid observaba con atención mientras su esposo manejaba el aparato con
destreza, compartiendo su anticipación por lo que podrían descubrir en las
profundidades del cosmos.
Con cada giro del telescopio, el velo sobre el cielo parecía
desvanecerse, revelando un panorama celestial que era tanto familiar como
extraño. Las constelaciones parecían distorsionadas, las estrellas titilaban
con una intensidad inusual, y en el horizonte, una nebulosa brillaba con un
resplandor inquietante.
Erik e Ingrid intercambiaban miradas cargadas de significado
mientras exploraban el firmamento, conscientes de que estaban presenciando algo
que iba más allá de su comprensión. ¿Qué fuerzas oscuras estaban en juego en
aquel lugar remoto, y qué conexión tenían con la extraña desaparición de su
ciudad?
A medida que la noche avanzaba y las estrellas giraban en su
danza cósmica, Erik e Ingrid se sumergieron en un mundo de enigmas y
maravillas, decididos a descubrir la verdad oculta en las profundidades del
universo, aunque eso los llevara más allá de los límites de lo imaginable.
Entonces lo vieron. Era algo extraño, increíble de ver en el
cielo.
La visión de aquel borde en el firmamento suscitó un
estremecimiento en Erik e Ingrid, quienes compartieron un gesto silencioso de
asombro y determinación. Mientras recogían sus pertenencias y emprendían el
regreso a Skumrings, la mente de Erik se llenó de preguntas sin respuesta. ¿Qué
era aquel límite en el cielo, y qué se escondía más allá de él?
Con cada paso de su camino de regreso a la ciudad, la
sensación de inquietud crecía en el corazón de Erik. Sabía que estaban
adentrándose en un territorio desconocido, donde las reglas del mundo que
conocían ya no se aplicaban. La próxima noche, cuando ascendieran a las
montañas al otro lado del fiordo, estarían desafiando los límites de lo que era
posible, y enfrentándose a lo desconocido con valentía y determinación.
Mientras el viento gélido soplaba a su alrededor y los
árboles susurraban secretos antiguos, Erik e Ingrid se preparaban para
adentrarse en un reino de misterio y peligro. No sabían qué les deparaba el
futuro, pero estaban decididos a descubrir la verdad detrás de la desaparición
de Skumrings, incluso si eso significaba enfrentarse a fuerzas que estaban más
allá de su comprensión.
La noche siguiente subieron a su auto y se encaminaron, a
través del puente, al otro lado del fiordo. El frio glacial, potenciado por el
viento, les presagiaba cosas terribles, pero haciendo caso omiso, se adentraron
en el bosque, subiendo a las colinas en el auto cuanto pudieron, luego
siguieron caminando, al llegar a la cima de aquella montaña escarpada, para
desplegar el telescopio nuevamente y buscar el borde circular de aquella cosa
que los ocultaba del verdadero cielo.
En lo alto de la montaña, Erik e Ingrid desplegaron su fiel
telescopio, ansiosos por explorar más allá del límite que habían divisado la
noche anterior. El frío del viento cortante se intensificaba a medida que
ascendían, pero su determinación no flaqueaba. Con cada movimiento del telescopio,
la esperanza de descubrir la verdad se mezclaba con el temor de lo desconocido.
A través de las lentes del telescopio, el cielo nocturno
parecía aún más misterioso y enigmático. Las estrellas parpadeaban como ojos
vigilantes en la vastedad del cosmos, mientras que las nubes se arremolinaban
alrededor del borde circular que había captado su atención. Erik ajustó los
controles del telescopio, enfocando cuidadosamente el borde, esperando
encontrar alguna pista sobre lo que se escondía más allá.
A medida que observaban, la sensación de ser observados
también crecía en sus mentes. Como si algo, o alguien, estuviera al tanto de su
intrusión en este territorio prohibido. A pesar de su nerviosismo, Erik e
Ingrid se aferraron a su determinación de desentrañar el misterio que envolvía
a Skumrings y su desaparición.
Mientras las horas pasaban y la noche se extendía sobre
ellos, la tensión en el aire se volvía palpable. Erik e Ingrid sabían que
estaban en el umbral de algo más grande de lo que habían imaginado, y que cada
descubrimiento los acercaba más a la verdad oculta detrás de aquel borde en el
cielo.
La idea golpeó la mente de Erik como un rayo de luz en la
oscuridad. Lo que habían estado observando no era un límite celestial ni un
techo cósmico, sino más bien la estructura exterior de una nave alienígena de
proporciones titánicas. Si su conclusión, si era correcta, la idea era tan
asombrosa como aterradora: Skumrings había sido el sujeto de un experimento
extraterrestre a gran escala, una especie de observatorio cósmico para ser
estudiado y analizado por seres de otro mundo.
El corazón de Erik latía con fuerza mientras procesaba esta
revelación. Aquello explicaba las extrañas luces vistas en los fiordos, la
sensación de estar siendo observados constantemente, e incluso la desaparición
repentina de la ciudad entera. Todo había sido parte de un elaborado plan de
aquellos seres avanzados, cuyas intenciones y motivaciones permanecían ocultas
en las sombras del espacio exterior.
Sin embargo, aunque Erik estaba fascinado por esta
comprensión recién descubierta, también se llenó de un profundo temor. ¿Qué
podrían querer estos seres extraterrestres con Skumrings? ¿Y qué destino les
esperaba a él y a Ingrid ahora que habían descubierto su presencia?
La noche se cernía sobre ellos, envolviendo la montaña en un
manto de oscuridad y misterio. Erik e Ingrid se miraron el uno al otro, sus
ojos reflejando una mezcla de asombro y aprehensión. Sabían que no podían darse
el lujo de quedarse en la montaña para siempre, pero tampoco podían ignorar la
verdad que habían descubierto. Con el corazón lleno de determinación y una
pizca de temor, se prepararon para enfrentar lo desconocido y descubrir el
destino que les aguardaba en las profundidades del espacio.
Entonces vieron que, en una zona de la nave gigantesca, muy cercana
a su ubicación, se abrió una especie de portal, mostrando un interior muy
iluminado. De ese portal, vieron salir una nave lenticular, que emergió del
portal con una elegancia sobrenatural, su forma curva y su superficie metálica
reflejaban la luz de las estrellas circundantes, creando un espectáculo
deslumbrante en el oscuro firmamento. Sus contornos suaves y aerodinámicos la
hacían parecer más una obra de arte celestial que una creación tecnológica.
Con una longitud aproximada de veinte metros, la nave
destacaba por su impresionante tamaño en comparación con las montañas que se
alzaban a su alrededor. Su color gris metálico estaba adornado con sutiles
tonos iridiscentes, que cambiaban de intensidad a medida que la luz de las
estrellas danzaba sobre su superficie pulida.
Desde la distancia, Erik e Ingrid podían distinguir los
intrincados detalles de la nave: líneas suaves y fluidas que recorrían su
estructura, paneles brillantes que parecían emitir una suave luminiscencia y
una serie de misteriosos símbolos grabados en su fuselaje. La nave parecía
estar viva, palpitando con una energía desconocida y vibrante que envolvía todo
su ser.
A medida que la nave pasaba sobre sus cabezas, podían sentir
la suave brisa que emanaba de sus motores, llevando consigo un olor a metal
caliente y electricidad estática. Cada detalle de la nave lenticular estaba
cuidadosamente diseñado, desde su elegante forma hasta su intrincada
estructura, inspirando asombro y reverencia en quienes tenían el privilegio de
presenciar su majestuosidad.
La nave pasó majestuosamente sobre sus cabezas, su forma
elegante y su brillo metálico destacándose contra el oscuro cielo noruego.
Ingrid no perdió ni un segundo y capturó todo con su celular adaptado al
telescopio, registrando cada detalle del fenómeno celestial que presenciaban.
Erik e Ingrid intercambiaron miradas cargadas de emoción y
asombro. Habían presenciado algo único y extraordinario, algo que desafiaba
toda comprensión humana. Pero también sabían que debían ser cautelosos;
aquellos seres extraterrestres eran capaces de hazañas tecnológicas
insondables, y no sabían cuáles serían sus intenciones con el pueblo de
Skumrings ni con ellos mismos.
Una media hora después, la nave deshizo su camino, pasando
nuevamente por sobre sus cabezas y adentrándose nuevamente en las entrañas de
la gran nave madre. Con el corazón aún acelerado por la emoción del momento,
Erik e Ingrid guardaron sus equipos y comenzaron el descenso de la montaña.
Aunque el camino por delante estaba lleno de incertidumbre y peligro, estaban
decididos a enfrentar lo que viniera y a descubrir el destino de su pueblo y su
propia existencia en medio de un universo infinito y desconocido.
Pero algo los detuvo, apenas llegaron al auto. Una segunda
nave, de tonos iridiscentes y formas etéreas, parecía fundirse con el entorno
nocturno, emanando una luz suave y vibrante que iluminaba la oscuridad
circundante. De su interior emergieron dos figuras alienígenas, de aspecto
inquietantemente familiar, pero al mismo tiempo totalmente extraño.
Los seres grises se erguían ante Ingrid y Erik con una
altura de aproximadamente un metro cincuenta, con cuerpos delgados y esbeltos
que parecían desafiar la gravedad. Su piel tenía un tono gris pálido, salpicado
con reflejos iridiscentes que cambiaban de color con cada movimiento, de la
misma manera que la nave de la que habían descendido. Sus cabezas eran
desproporcionadamente grandes en comparación con sus cuerpos, con ojos enormes
y oscuros que parecían contener la vastedad del cosmos en su mirada penetrante.
No tenían nariz visible, solo dos pequeñas hendiduras en el
centro de sus rostros, y sus bocas apenas eran más que una fina línea que se
curvaba hacia arriba en una expresión inexpresiva. Sus extremidades delgadas
terminaban en manos con tres dedos largos y delicados, que parecían ser capaces
de manipular objetos con una destreza sobrenatural.
Los seres grises se movían con una elegancia casi etérea,
flotando sobre el suelo con una gracia fluida y una quietud silenciosa. A pesar
de su apariencia alienígena, emanaban una sensación de calma y serenidad, como
si fueran guardianes de un conocimiento antiguo y misterioso que trascendía las
barreras del tiempo y el espacio.
Antes de que Ingrid y Erik pudieran siquiera pensar, uno de
los seres levantó su brazo, con la palma de la mano apuntando a la pareja. De la
palma, salió un haz de luz. El haz de luz emanado de la mano de la criatura
alienígena envolvió a Erik y Ingrid en una danza hipnótica de energía
desconocida. Una sensación de vacío los envolvió, como si estuvieran siendo
arrastrados hacia un abismo oscuro y sin fondo.
Un instante después, todo se volvió negro. La conciencia de
Erik e Ingrid se desvaneció en la oscuridad, dejándolos a merced de las fuerzas
alienígenas que los habían atrapado en su misterioso dominio.
Cuando recuperaron el conocimiento, se encontraron tumbados
en el frío y nevado suelo, sus cuerpos entumecidos y sus mentes confusas. La
niebla de la inconsciencia se desvaneció lentamente, revelando un paisaje
desolado y extraño que se extendía ante ellos.
Erik se puso de pie con dificultad, su mente zumbando con
preguntas sin respuesta. Miró a su alrededor, tratando de orientarse en este
nuevo y extraño entorno. A su lado, Ingrid yacía inmóvil, su respiración apenas
perceptible en el aire gélido.
“Ingrid”, murmuró Erik, su voz apenas un susurro en el
silencio abrumador. “¿Estás bien?”
Ingrid abrió los ojos lentamente, su mirada turbia
reflejando el desconcierto y el temor que llenaban su corazón. “Erik, ¿qué ha
pasado? ¿Dónde estamos?”
Erik sacudió la cabeza con impotencia, su mente aún aturdida
por la experiencia sobrenatural que habían vivido. “No lo sé, Ingrid. Parece
que hemos sido arrastrados a algún rincón olvidado del universo, lejos de todo
lo que conocemos”.
Mientras se ponían de pie, una sensación de inquietud se
apoderó de ellos, como si estuvieran siendo observados por ojos invisibles
desde las sombras. La nieve crujía bajo sus pies mientras avanzaban, su destino
incierto y sus vidas suspendidas en el abismo del misterio alienígena que los
rodeaba.
A medida que sus mentes se aclaraban, Erik y Ingrid se
encontraron de pie en la misma montaña donde habían estado momentos antes,
cerca de su automóvil. Sin embargo, algo era notablemente diferente: el paisaje
que los rodeaba estaba bañado por una luz diurna deslumbrante, con un sol
terriblemente brillante que parecía arder en el cielo con una intensidad casi
sobrenatural.
Ingrid se frotó los ojos con incredulidad, tratando de
comprender la extraña realidad en la que se encontraban. “Erik, ¿cómo es
posible? Hace apenas unos momentos era de noche, ¿cómo puede ser que ahora sea
de día?”
Erik sacudió la cabeza con asombro, sus ojos escudriñando el
paisaje cambiante con una mezcla de fascinación y temor. “No lo sé, Ingrid.
Parece que hemos sido transportados a un momento completamente diferente en el
tiempo y el espacio”.
Con un suspiro nervioso, Erik e Ingrid se dirigieron a su
automóvil y se subieron, sintiendo un escalofrío recorrer sus espinas mientras
el motor cobraba vida con un zumbido ominoso. Con el corazón latiendo con
fuerza, comenzaron a descender por la montaña, siguiendo el camino que los
llevaría de regreso al pueblo de Skumrings.
Pero a medida que avanzaban, una sensación de inquietud
creció en el interior de Erik y Ingrid. Algo estaba terriblemente mal. A medida
que se acercaban al punto donde el pueblo debería haber estado, se dieron
cuenta con horror de que el paisaje ante ellos estaba desprovisto de cualquier
señal de vida humana.
El pueblo de Skumrings había desaparecido por completo,
dejando solo un vacío siniestro en su lugar. Las casas y edificios que habían
visto momentos antes ahora estaban ausentes, como si nunca hubieran existido en
primer lugar. El silencio era abrumador, roto solo por el susurro del viento
que soplaba a través de los árboles desnudos.
Erik apretó el volante con fuerza, su mente girando con
preguntas sin respuesta. “Ingrid, ¿dónde está el pueblo? ¿Qué ha sucedido aquí?”
Ingrid miró por la ventana con ojos llenos de incredulidad,
su corazón lleno de temor por lo desconocido. “No lo sé, Erik. Pero algo
siniestro está ocurriendo…”
Ingrid y Erik se bajaron del auto, sintiendo la opresión del
bosque denso que se extendía ante ellos. Cada paso que daban resonaba con un
eco siniestro en el aire, como si el propio bosque estuviera susurrando
secretos antiguos que se negaban a ser revelados.
La luz del sol filtrándose a través de las hojas de los
árboles pintaba un mosaico de sombras danzantes en el suelo cubierto de hojas
secas. A pesar de la apariencia natural del entorno, una sensación de
desconcierto se apoderó de Ingrid y Erik mientras caminaban entre los árboles
familiares que alguna vez consideraron su hogar.
Ingrid se detuvo en seco, su mirada escudriñando los
alrededores con una mezcla de asombro y confusión. “Erik, ¿cómo es posible?
Este bosque... todo parece tan real, pero no deberíamos estar aquí. Esto es
imposible”.
Erik asintió sombríamente, su mente girando con
especulaciones inquietantes. “Algo ha alterado la realidad que conocemos, y
ahora estamos atrapados en este laberinto de lo desconocido. Debemos encontrar
respuestas antes de que sea demasiado tarde”.
Con el corazón lleno de determinación, Ingrid y Erik se
adentraron más en el bosque, sus pasos resonando en la quietud ominosa que los
rodeaba. Cada sombra parecía albergar secretos oscuros, y cada rama susurraba
advertencias de peligros que acechaban en la oscuridad.
A medida que avanzaban, el bosque parecía cobrar vida a su
alrededor, susurros inquietantes resonaban entre los árboles, y sombras
inquietantes se agitaban en las profundidades del follaje. Ingrid y Erik sabían
que estaban en un territorio desconocido, y que cada paso que daban los
acercaba más a la verdad oculta que yacía en el corazón de esta pesadilla
viviente.
Ingrid observó con inquietud mientras Erik armaba el
telescopio en el claro del bosque, su mente llenándose de preguntas sin
respuesta sobre el destino de la gigantesca nave alienígena que habían visto
anteriormente. Mientras tanto, Erik ajustaba los controles del telescopio con
manos expertas, su mirada fija en el vasto firmamento que se extendía sobre
ellos.
El susurro del viento entre los árboles creaba una atmósfera
de tensión palpable mientras Erik escudriñaba el cielo en busca de cualquier
rastro de la nave alienígena que había dominado el paisaje poco tiempo atrás.
Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, solo encontró un lienzo estrellado que
parecía desafiar toda explicación lógica.
Con un suspiro de resignación, Erik bajó la mirada del
telescopio y se volvió hacia Ingrid, su rostro sombrío con la frustración de no
encontrar respuestas. “Parece que la nave se ha ido. Tal vez regresó a su lugar
de origen...”.
A pesar de la decepción, una sensación de alivio se apoderó
de ellos mientras contemplaban el cielo estrellado sobre sus cabezas. Sabían
que, aunque la nave alienígena se había ido, su encuentro con lo inexplicable
los había cambiado para siempre. Ahora, estaban más decididos que nunca a
desentrañar los misterios del universo y a enfrentar los horrores que acechaban
en las sombras más allá de su comprensión.
Ingrid y Erik recorrieron los pueblos noruegos desaparecidos
con el corazón latiendo con una ansiedad creciente. A medida que el paisaje
pasaba rápidamente ante ellos, cada lugar que visitaban parecía sumergirse en
la misma oscuridad ominosa que había consumido Skumrings. Svartdal, Dødsfjell y
Gravskog eran solo sombras de lo que una vez fueron, y la desaparición de sus
habitantes solo añadía a la sensación de desconcierto y horror.
Sin embargo, al llegar a Blodvik, un destello de esperanza
brilló en el horizonte oscuro que los rodeaba. El pueblo estaba allí, con sus
calles empedradas y sus edificios antiguos, como un faro de normalidad en medio
de la tormenta sobrenatural que los había atrapado.
Ingrid y Erik entraron en un pequeño bar en el centro del
pueblo, buscando refugio del caos que los rodeaba. Pero lo que encontraron
dentro fue mucho más que una simple taberna noruega. Los parroquianos, los
mozos, el cocinero, todos, si bien estaban vestidos como ellos, emanaban un
aura de extrañeza que no podía ser ignorada.
Los ojos de Ingrid se ampliaron con horror mientras
observaba a los habitantes del bar, su mente luchando por aceptar lo que veían
sus ojos. “Erik”, susurró con voz temblorosa, “¿has visto... eso?”.
Erik asintió sombríamente, su mente girando con una
comprensión terrible. “Son ellos, Ingrid. Los mismos seres que vimos cerca de
la montaña, la noche anterior. Han tomado la forma de los habitantes de este
pueblo, pero no son humanos. Son... algo más”.
Una sensación de paranoia se apoderó de ellos mientras se
sentaban en el bar, rodeados de seres que parecían humanos pero que eran todo
menos eso. Sabían que estaban en el corazón de la pesadilla alienígena que los
había atrapado, y que solo el coraje y la determinación los llevarían a través
de los horrores que aún estaban por venir.
Entonces uno de los “mozos”, se sentó en la mesa con ellos. Y
habló. Erik e Ingrid estaban sorprendidos con las palabras de aquel ser, que
hablaba animadamente. “Erik... Ingrid, bienvenidos s su nueva vida. ustedes ya
no están en lo que llamaban tierra. Aquí encontrarán que mucho de lo que antes hacían,
lo harán nuevamente. nosotros necesitamos que algunos de ustedes sepan que es
lo que ocurre, para poder comparar con quienes han perdido la memoria. esta es
una investigación a gran escala. No se preocupen, en poco tiempo, su hermoso
pueblo de Skumrings estará en el lugar que siempre estaba, con la misma gente,
historias y todo lo demás. Mientras tanto, podemos darle alojamiento en este
pueblo que está casi terminado”
Erik e Ingrid escucharon las palabras del ser alienígena con
una mezcla de incredulidad y asombro. Sus mentes luchaban por asimilar la
información que se les estaba revelando, tratando de reconciliar la realidad
que conocían con la nueva verdad que se les presentaba.
"¿Qué quieres decir con que no estamos en la
Tierra?", preguntó Erik con voz temblorosa, su mente dando vueltas con la
enormidad de lo que acababa de escuchar. “¿Y qué es esta investigación a gran
escala de la que hablas?”.
El ser alienígena asintió con comprensión, sus ojos
brillando con una luz misteriosa. “Comprendo que esto puede ser difícil de
aceptar, pero la Tierra que conocieron ya no es su hogar. Han sido
transportados a un lugar completamente nuevo, donde nuestra presencia es más...
evidente”.
Ingrid apretó los puños con determinación, su corazón lleno
de valentía ante la adversidad que enfrentaban. “¿Y qué hay de Skumrings? ¿Qué
nos asegura que volveremos a nuestro hogar? Porque volveremos a nuestro hogar, ¿verdad?”
El alienígena sonrió con tranquilidad, como si entendiera
las preocupaciones de los recién llegados. “No se preocupen, Erik e Ingrid.
Skumrings volverá a su lugar, y ustedes serán liberados una vez que nuestra
investigación esté completa. Mientras tanto, pueden alojarse en este pueblo que
hemos preparado para ustedes. No será igual que su hogar, pero esperamos que
encuentren comodidad en él”.
La incredulidad se reflejaba en los ojos de Erik e Ingrid
mientras luchaban por comprender la verdad desconcertante que se les
presentaba. Todo esto parecía sacado de una película de ciencia ficción, una
realidad distorsionada que desafiaba todo lo que habían conocido antes.
Entonces, Erik preguntó “¿y si nos rehusamos?”
Ante la pregunta de Erik, el alienígena respondió con una
calma inquietante. “Si se niegan, no hay escapatoria. Nos aseguraremos de que
pierdan la memoria y permanezcan aquí hasta que nuestro experimento esté
completo”.
El silencio pesaba en el aire mientras Erik y Ingrid
consideraban sus opciones. La idea de perder sus recuerdos y ser prisioneros en
este mundo desconocido era aterradora, pero también lo era la idea de someterse
a la voluntad de seres alienígenas que los habían arrastrado hasta aquí.
Ingrid apretó los dientes con determinación, su mirada fija
en el alienígena con una determinación feroz. “No nos rendiremos tan
fácilmente. Si hay alguna posibilidad de regresar a nuestro hogar, lucharemos
por ella”.
Con un gesto de desafío, Erik e Ingrid se prepararon para
desafiar al destino que se les había impuesto, conscientes de que estaban a
punto de embarcarse en una odisea cósmica que pondría a prueba su coraje y su
determinación hasta el límite. Se pararon con el gesto mas desafiante que
pudieron, pero aquel alienígena levantó su mano como lo había hecho el otro
ser, la noche anterior. Todo volvió a volverse negro…
Ingrid se despertó con el sonido familiar del despertador
resonando en la habitación. Con un suspiro, apagó el despertador y se levantó
de la cama, dejando que la rutina matutina se apoderara de ella. Se dirigió a
la cocina y encendió la cafetera, dejando que el aroma reconfortante del café
recién hecho llenara el aire.
Mientras tanto, Erik se despertó, atraído por el delicioso
olor que inundaba la casa. Se levantó de la cama, se lavó la cara y se afeitó
con movimientos precisos, como lo hacía cada mañana. Luego se acercó a Ingrid,
le dio un beso en la mejilla y tomó la taza de café que ella le ofrecía, como
lo hacía cada día.
El calor reconfortante del café llenó su cuerpo, disipando
lentamente la niebla del sueño y preparándolo para enfrentar el día que se
extendía ante ellos. A pesar de las extrañas y perturbadoras experiencias que
habían vivido en sus sueños, ahora estaban de vuelta en la familiaridad
reconfortante de su hogar, listos para enfrentar lo que el día les deparara.
Erik sonrió a Ingrid, sus ojos brillando con amor y
gratitud. “Gracias por el café, cariño”, dijo con voz suave. “Es el mejor
comienzo para un nuevo día juntos”.
Ingrid devolvió la sonrisa de Erik, sintiendo una sensación de paz y felicidad inundar su corazón. “Siempre es un placer, mi amor”, respondió, mientras se tomaban de la mano y compartían un momento de serenidad en medio del bullicio del día común que comenzaba....
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