En lo profundo de los bosques de Finlandia, entre árboles centenarios y nieblas persistentes, se encontraba el pintoresco pueblo de Tervahauta. Sus calles empedradas y casas de madera daban la impresión de haber sido talladas por las manos del tiempo mismo. La vida en Tervahauta fluía con la tranquilidad de un río dormido, donde los días se sucedían sin sobresaltos, meciendo a sus habitantes en una rutina apacible.
En lo profundo del bosque que rodeaba el tranquilo pueblo,
se escondían lagos de alquitrán, cuyas aguas negras reflejaban la luna como un
espejo oscuro. Este misterioso fenómeno natural, oculto entre los árboles
retorcidos y los susurros del viento nocturno, infundía una sensación de
intriga y temor entre los habitantes del pueblo, quienes susurraban historias
de antiguos rituales y presencias siniestras que acechaban en las sombras. Los
lugareños susurraban sobre antiguas leyendas y misteriosas presencias que
merodeaban en la periferia de la conciencia humana.
Entre los habitantes de Tervahauta se encontraba Mikael, un
adolescente de espíritu rebelde y ojos inquietos. Desafiando las normas y
desoyendo los consejos de sus padres, Mikael solía aventurarse en solitario por
los bosques circundantes, buscando emociones que sacudieran la monotonía de su
vida cotidiana.
Una tarde de otoño, mientras exploraba los senderos ocultos
entre los árboles, Mikael escuchó por primera vez la melodía. Un susurro suave
y etéreo que parecía emanar de las entrañas mismas del bosque. Al principio,
creyó que era producto de su imaginación, una ilusión provocada por el viento
entre las ramas y el murmullo de los arroyos. Pero a medida que avanzaba, la
melodía se volvía más clara y seductora, envolviéndolo en su hechizo hipnótico.
Intrigado y fascinado, Mikael siguió el llamado de la
melodía, internándose cada vez más en los dominios prohibidos del bosque. Sus
pasos resonaban en la tierra húmeda y sus ojos se perdían en la penumbra que lo
rodeaba. Aunque la razón le advertía del peligro, una fuerza irresistible lo
impulsaba hacia adelante, hacia lo desconocido.
Mikael se adentró en los oscuros bosques que rodeaban
Tervahauta, siguiendo la melodía que lo llamaba como una sirena mortal. Pronto
llegó a los lagos de alquitrán, donde el líquido negro y viscoso se extendía
como un espejo distorsionado. Al mirar su reflejo, la melodía aumentó su
volumen, envolviéndolo en una atmósfera aún más opresiva. La imagen en el
alquitrán parecía tener vida propia, y los ojos de Mikael se encontraron con
los de su reflejo, llenos de odio y malicia. Un escalofrío recorrió su espalda
cuando la sonrisa siniestra de su imagen se ensanchó, burlándose de él en un
silencio macabro.
Mikael, atormentado por la visión perturbadora en el lago y
la melodía espectral, corrió a su casa para buscar consuelo en sus padres. Sin
embargo, al relatarles lo ocurrido, estos lo miraron con incredulidad,
achacando sus palabras a una imaginación desbordada. Abatido por la falta de
apoyo, Mikael se retiró a su habitación y se sumergió en un sueño intranquilo.
A la medianoche, la melodía fantasmal lo llamó nuevamente, y
Mikael, como hipnotizado por su canto, se dejó llevar por el influjo
sobrenatural. La música, cada vez más dulce pero igualmente inquietante, lo
condujo de vuelta al lago negro. A medida que se acercaba, el reflejo en el
alquitrán parecía cobrar vida propia, atrayendo su atención con una fuerza
irresistible.
Con un horror indescriptible, el reflejo mutó ante sus ojos,
adoptando una forma cadavérica y grotesca, con una boca que se abría en un
rictus de pesadilla, repleta de dientes afilados como cuchillas. En un instante
terrorífico, unas manos grotescas, casi garras, emergieron del alquitrán
viscoso y envolvieron los brazos de Mikael con una fuerza sobrenatural. Un
grito desgarrador escapó de su garganta mientras era arrastrado inexorablemente
hacia el oscuro pozo.
Con un último acto desesperado, Mikael luchó con todas sus
fuerzas, logrando liberar uno de sus brazos del agarre de aquella entidad
infernal. Con un instinto impulsivo, sacó un encendedor de su bolsillo derecho
y, en un movimiento rápido, lo encendió y lo arrojó al alquitrán.
El alquitrán se encendió con una furia infernal, envolviendo
a la criatura en un torbellino de llamas que crepitaban con una intensidad
aterradora. Los alaridos desgarradores resonaron en la noche mientras la
entidad retorcía su grotesco cuerpo en un intento desesperado por escapar del
abrasador abrazo del fuego.
Mikael, se vio liberado de la garra de aquella abominación
y, paralizado por el horror, observaba con los ojos desorbitados mientras el
alquitrán ardiente consumía a la criatura en un espectáculo de agonía y
sufrimiento. Las llamas danzaban y se retorcían en el líquido negro,
envolviendo a la criatura en una mortaja de fuego.
Finalmente, con una explosión amortiguada, el fuego se
extinguió y el silencio descendió sobre el lago de alquitrán. Mikael permaneció
inmóvil, su corazón latiendo con fuerza en el pecho, mientras procesaba el
horror que acababa de presenciar.
Después del incidente en el lago de alquitrán, Mikael
regresó a su casa, temblando y aturdido por lo que acababa de presenciar. A la
mañana siguiente, trató de contarles a sus padres lo que había sucedido, pero
sus palabras apenas lograron escapar de su garganta, ahogadas por el miedo y la
incredulidad. Sin embargo, algo en la mirada de Mikael los convenció de que
algo terrible había ocurrido.
Los días siguientes fueron difíciles para Mikael. Las noches
se llenaron de pesadillas y el recuerdo de aquella criatura retorcida en el
lago lo perseguía constantemente. No importaba cuánto intentara alejar esos
pensamientos de su mente, seguían acechándolo como sombras en la oscuridad. Pero
no escucho ninguna música. Nunca más.
Una semana después del incidente, Mikael decidió volver al
lago de alquitrán, esta vez durante el día. A medida que se acercaba al borde
del lago, el corazón le latía con fuerza en el pecho, recordándole el horror
que había presenciado. Pero algo en su interior lo impulsaba a enfrentar sus
miedos, a descubrir la verdad detrás de aquel oscuro espectáculo.
Al llegar al lago de alquitrán, Mikael se detuvo,
contemplando las aguas negras con cautela. Una brisa helada soplaba entre los
árboles, llevando consigo un susurro fantasmal que hacía estremecer su piel.
Pero Mikael no se dejó intimidar. Con paso decidido, se acercó al borde del lago
y miró hacia abajo, esperando encontrar respuestas en las profundidades
oscuras.
pero nada paso, el lago estaba tranquilo y sereno. cuando
Mikael se asomó al macabro espejo negro, solo vio su reflejo. El viento tenía
su propia música y no había nada lúgubre. solo algo cambió. El cartel
rudimentario y mal pintado de blanco, con sus letras torpes y una advertencia
ominosa, dejó a Mikael con un nudo en la garganta. “Peligro, el alquitrán
puede llevarte al fondo. Muerte segura”. Se alejó del lago con paso
vacilante, sintiendo el peso de la verdad en sus hombros. Había escapado de una
muerte segura por poco, y esa realidad lo perseguiría por el resto de sus días.
Al regresar a casa, Mikael se prometió a sí mismo no volver
a acercarse nunca más al lago de alquitrán. Pero las noches aún estaban llenas
de susurros y el viento continuaba llevando consigo una melodía siniestra que
lo atormentaba en sus sueños. Sabía que había escapado de un destino oscuro,
pero la sombra de aquella experiencia seguiría persiguiéndolo siempre.
Y así, con el corazón cargado de miedo y el alma marcada por
lo que había visto, Mikael dejó atrás el bosque de Tervahauta, llevándose
consigo el recuerdo de una melodía misteriosa que lo había llevado al borde del
abismo, para jamás volver. Pero también llevaba consigo la certeza de que, en
ese rincón olvidado del mundo, la oscuridad y el misterio acechaban en cada
sombra, esperando el momento adecuado para reclamar a sus víctimas.
Fin
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