En una tranquila tarde de otoño, la familia Montgomery se mudó a su nueva casa en las afueras de la ciudad de Nueva Inglaterra. La casona, rodeada de exuberantes jardines, era una belleza arquitectónica que había visto mejores días, pero aún conservaba su esplendor. La atmósfera era serena, pero algo en el aire parecía inquietante. A pesar de las advertencias vagas de los agentes de bienes raíces sobre el desván, la familia Montgomery no podía evitar sentir una curiosidad irresistible hacia esa parte de la casa.
Entre los Montgomery se encontraba un joven de cabello
castaño y ojos curiosos llamado Daniel, que tenía la edad suficiente para
entender que las advertencias de los adultos a menudo escondían misterios
intrigantes. Esa primera noche en su nueva habitación, Daniel descubrió algo
inusual debajo de una tabla floja del piso: una antigua llave de hierro. A
pesar de sus pensamientos sobre las advertencias, la tentación fue demasiado
fuerte, y decidió probar la llave en la puerta del desván.
El chirriante sonido de una cerradura oxidada cediendo llenó
el pasillo mientras Daniel empujaba la puerta del desván. La habitación estaba
a oscuras, salvo por la tenue luz que se filtraba por las ventanas con
cristales rotos. La atmósfera era polvorienta y densa, llena de recuerdos
olvidados y objetos antiguos. Mientras Daniel exploraba, sus pasos resonaban en
el suelo crujiente.
De entre las sombras, algo pequeño y oscuro se movió
rápidamente y se escabulló en la penumbra. Daniel sintió un escalofrío
recorriendo su espalda, pero la curiosidad superó su miedo. Se acercó
sigilosamente hacia donde había desaparecido la sombra y, al doblar una esquina
entre las cajas apiladas, lo vio con el rabillo del ojo.
Era una criatura pequeña y oscura, una sombra en la
oscuridad, Daniel más que verla, la presentía. Le era difícil de explicar, pero
solo veía movimientos en las sombras y parecía entender su tamaño y forma, más
que verlo. aquellos ojos amarillos brillantes que lo miraban con intensidad,
les resultaban inquietantes. La criatura parecía un híbrido entre sombra y
sustancia, y sus ojos eran lo único que brillaba en su forma borrosa. Parpadeó
ante la sorpresa de encontrar a un ser en el desván, mientras la criatura le
hablaba con una voz aguda y rota.
"Gracias... por liberarme", murmuró la
criatura, mientras sus ojos amarillos destellaban con gratitud. "He
estado atrapado aquí por tanto tiempo, esperando a alguien… como tú".
La conversación con la criatura fue extraña y
desconcertante. Daniel, que había llegado al desván con la esperanza de
encontrar tesoros olvidados, se encontró cautivado por las palabras de la
criatura. Le explicó que necesitaba comida, y Daniel, aunque inseguro, decidió
ayudarla. Le ofreció frutas, galletitas y otras golosinas, pero la criatura las
rechazó todas.
"Quiero carne cruda", susurró la criatura
con ansia, mientras sus ojos amarillos brillaban con más intensidad en la
oscuridad del desván.
La demanda de carne cruda dejó a Daniel atónito. No sabía
qué pensar de esta criatura extraña, pero algo en su mirada le decía que no
debería negarle lo que quería. Con el corazón lleno de miedo y curiosidad,
Daniel buscó en la casa y finalmente encontró un pedazo de carne cruda en la
nevera. Cuando regresó al desván, Daniel lanzó la carne a la oscuridad y la
criatura se abalanzó sobre la carne y comenzó a devorarla con avidez.
A medida que los días transcurrían y la criatura consumía la
carne cruda, Daniel notó un cambio en su voz. Se hizo más grave y resonante,
como si la criatura estuviera creciendo en poder y presencia. Un escalofrío
recorrió la espalda de Daniel mientras presentía la transformación ante sus
ojos.
"Gracias, Daniel", dijo la criatura con una
voz más profunda y sombría. "Tu generosidad me ha fortalecido".
Antes de que Daniel pudiera reaccionar, la criatura se
abalanzó sobre él, sus ojos amarillos brillando con malicia. Daniel luchó con
todas sus fuerzas, pero la criatura era más fuerte. La criatura hundió sus
afilados dientes en el cuello de Daniel, y un grito desgarrador llenó el desván
antes de que todo se sumiera en la oscuridad.
La familia Montgomery nunca supo qué le sucedió a Daniel esa
noche. Cuando desapareció sin dejar rastro, buscaron por toda la casa y el
jardín, pero no encontraron ni un indicio de su paradero. Llamaron a la policía
y se inició una investigación. Los agentes revisaron toda la casa y al toparse
con la puerta del desván, preguntaron acerca de cómo entrar.
“no tenemos la llave, esa parte de la casa pertenece al
dueño de la casona”.
El desván, sellado y cubierto de polvo, que no mostraba
desde el exterior los horrores ocurridos en su interior, permaneció como un
testigo silencioso de un misterio sin resolver. La advertencia de los agentes
de bienes raíces había sido profética, y Daniel Montgomery aprendió la lección,
pagando con su vida, de que algunas puertas nunca deben abrirse.
0 comments: