Pacto en las Sombras: El Último Baile del Anciano


En la penumbra de una noche sin estrellas, en la que el viento susurraba secretos ancestrales, el anciano de cabellos plateados contemplaba el oscuro abismo que se extendía frente a él. Sus ojos, cansados pero serenos, reflejaban la sabiduría acumulada a lo largo de los años. Su alma, sin embargo, temblaba ante la presencia sutil pero palpable del diablo.

La figura encapuchada emergió de las sombras, su presencia más una percepción que una visión concreta. El diablo, con su sonrisa malévola y ojos ardientes, ofreció un trato al anciano. "Has vivido una vida admirable", dijo con una voz que resonaba en los rincones más recónditos del alma. "Pero, incluso en la virtud, hay espacio para la mejora. Te ofrezco una oportunidad única".

El anciano, confundido y dubitativo, escuchó la propuesta del diablo. No se trataba de las típicas transacciones demoníacas; no había maldiciones ni almas en juego. Era un pacto diferente, un acuerdo que desafiaba las expectativas. El diablo ofrecía al anciano la posibilidad de experimentar de nuevo, de revivir momentos perdidos y tomar decisiones distintas.

"En lugar de llevarte directo al infierno", explicó el diablo, "te daré una segunda oportunidad en la vida. Podrás corregir errores, saborear alegrías olvidadas y enfrentarte a desafíos nuevos. Pero ten en cuenta, cada elección tendrá consecuencias, y tu tiempo será limitado. Al final, tu alma será mía".

El anciano contempló el dilema frente a él. La tentación de revivir momentos preciados, corregir errores y explorar un mundo rejuvenecido lo envolvía como un manto seductor. Sin embargo, la advertencia del diablo resonaba en su mente, recordándole el precio de esta oferta única.

Tras una pausa reflexiva, el anciano aceptó el trato. En un parpadeo, se encontró transportado a un pasado que se desplegaba ante él como un lienzo en blanco. La juventud volvió a él, las risas de antiguos amores resonaron en sus oídos y las oportunidades, una vez perdidas, se extendieron como un camino sin fin.

Sin embargo, cada elección traía consigo consecuencias inesperadas. El anciano, atrapado en un torbellino de decisiones, empezó a darse cuenta de que el tiempo avanzaba inexorablemente. La juventud renovada se desvanecía, y las sombras del pasado lo alcanzaban.

La primera vez que volvió a ver a su amor perdido, la nostalgia embargó su corazón. Optó por permanecer junto a ella, pero las consecuencias fueron más allá de su comprensión. La felicidad efímera se tornó en tragedia cuando, al desviarse de su destino original, otros amores y amistades se desvanecieron en la bruma del olvido.

En su intento por cambiar el curso de eventos, el anciano se vio atrapado en una red de decisiones interconectadas. Cada elección modificaba el tejido mismo de su existencia, tejiendo una historia única pero inextricable. El diablo, paciente, observaba desde las sombras, deleitándose con la agonía del anciano.

Finalmente, enfrentándose al diablo en un crepúsculo eterno, el anciano entendió la verdad detrás del pacto. La segunda oportunidad no era más que una ilusión temporal. La eternidad no estaba destinada a ser reescrita.

El diablo, con una sonrisa triunfante, reclamó su recompensa. El anciano, aunque rejuvenecido por un breve instante, entregó su alma al oscuro pacto. La noche, testigo de esta danza macabra entre el bien y el mal, cerró su telón sobre el anciano que, ahora, se sumergía en las sombras para la eternidad.

Así, el pacto se cerró, pero las sombras que se proyectaron desde esa noche sin estrellas continuaron su danza, tejiendo historias en las que el diablo y el anciano eran protagonistas de un eterno conflicto entre el deseo y la condena.

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