En el remoto pueblo de Skumrings, el tiempo parecía haberse
detenido en un perpetuo crepúsculo. Situado en el norte de Noruega, a orillas
del mar gélido, el pueblo se hallaba envuelto en una neblina eterna, como si
las sombras mismas se hubieran apoderado del lugar. Las casas de madera,
cubiertas de nieve y hielo, se alineaban en silenciosa resignación, como
guardianes solitarios de un secreto antiguo. El viento gélido soplaba a través
de las calles vacías, susurrando cuentos olvidados y arrastrando consigo
susurros de misterio. Cada paso resonaba con eco en las calles desiertas, y el
sonido parecía desvanecerse en la distancia, absorbido por la quietud sepulcral
que envolvía el pueblo. Era como si Skumrings fuera un lugar olvidado por el
tiempo, donde el pasado y el presente se entrelazaban en una danza sombría y
enigmática.